Cómo visitar un museo sin saturarse
Desde 1977, el 18 de mayo se celebra el día internacional de los Museos. Hoy día 19, centros de todo el mundo vivirán una Noche de actividades
Días antes de Semana Santa decidí visitar el Museo del
Louvre con unos amigos y peregriné con centenares de turistas por las
galerías, abarrotadas como el metro de Tokio en hora punta. Con
melancolía, recordé que justo un año antes me paseaba solo entre las
obras maestras de la Gemäldegalerie de Berlín. ¿Qué sentido tiene un
museo hoy? El museo es un invento moderno, hijo de la Ilustración,
surgido de las cámaras de las maravillas de finales de la edad media,
que tiene mucho de cripta o tesoro de catedral. Traslada los objetos y
la magia antiguos al espacio de arquitectura clásica de un edificio
moderno, donde a la entrada, con letras capitales esculpidas, se lee
MUSEO, palabra para unos mágica y para otros sinónimo de aburrimiento.
Durante siglos, los museos se han asentado en la
conservación y difusión del patrimonio histórico-artístico. Sus
directores han actuado como guardianes de los fondos y como
coleccionistas de nuevos objetos para enriquecerlos. Y el museo, como
bien intuyó hace setenta años André Malraux en El museo imaginario, es
un organismo que no puede quedarse inmóvil sino que debe estar en
constante metamorfosis. Las colecciones se modifican con nuevos
discursos para atraer al público, el objetivo ya no es la salvaguarda o
promoción de sus fondos sino contabilizar visitas. Así, proliferan las
muestras temporales, que se venden como una novedad para captar la
atención del visitante. Los artistas son marcas, y algunos nunca fallan:
Leonardo, Caravaggio, Goya, Picasso...
¿Qué sentido tienen hoy los museos en plena revolución
tecnológica y audiovisual? ¿Qué papel deberían jugar? ¿Cómo deconstruir
su imagen de mausoleos de un arte muerto? Como bien explica Umberto Eco
en El museo, ensayo que escribió junto a Isabella Pezzini (Casimiro
Libros, 2014), los museos son el punto de encuentro entre los objetos
pasivos –las obras– y los sujetos activos, los visitantes, nosotros. No
deberíamos poner demasiados obstáculos a esta relación. Las cartelas son
necesarias porque informan, pero la mayoría de visitantes pasa más
tiempo leyéndolas que contemplando las obras. La audioguía es un arma de
doble filo: nos da a conocer el contexto de la obra pero nos limita, no
nos deja hablar con quien nos acompaña. Y, finalmente, el móvil nos
permite captar con la cámara lo que no logramos retener en la memoria,
pero recorta nuestra visión y nos hace estar más pendientes de nosotros
que de lo expuesto. El museo tiene algo de refugio, de conversación con
las obras, de viaje en el tiempo, y quizá sería conveniente no
interferir en ese diálogo. Celebro que el Prado sea uno de los pocos
grandes museos del mundo en los que no se puede utilizar el móvil.
Abarcar todo el contenido
En nuestro mundo, el museo produce, según
Eco, “escasa información y un goce estético superficial”. Hay muchas
formas de recorrer un museo. La más habitual es querer abarcar todo su
contenido en unas pocas horas, cuando se necesitarían varias vidas para
lograrlo. Al trote y con la lengua fuera, pasas ante las obras como
viendo el paisaje veloz que atraviesa un tren y buscas la pieza más
reconocible para hacerte una selfie y enviarla a tus contactos:
pornografía del yo en la era tecnológica. Hay otras formas de visitar un
museo, y la que más me gusta es ir en busca de un solo artista o un
solo cuadro en safari artístico. Vas al Prado a ver a Velázquez o Goya, o
al Metropolitan a observar cómo evoluciona la pintura de Rembrandt, o
al Mauritshuis de La Haya sólo para contemplar la Vista de Delft de
Vermeer que obsesionó a Proust. Luego están los museos íntimos, los que
más me atraen: el Cau Ferrat en Sitges o el Sir John Soane’s en Londres,
el Museu Marés en Barcelona o el Delacroix en París, entre tantos
otros. Museos que fueron casas de artistas o coleccionistas que huelen a
madera y a tiempo, donde a veces reina el silencio.
Barcelona no es conocida internacionalmente por sus
museos. Los museos aquí no están entre las prioridades del homo
turisticus, que sólo si tiene tiempo visita alguno; como el Museu
Picasso, que, junto con la Fundación Miró y la Tàpies en Barcelona y la
Fundación Gala-Salvador Dalí en Figueres, son museos dedicados
monográficamente a grandes maestros del siglo XX, algo inusual en el
panorama museístico internacional. Catalunya tiene también museos
extraordinarios y, paradójicamente, aún poco visitados, como el de
Montserrat, el Episcopal de Vic o la Biblioteca Víctor Balaguer de
Vilanova, entre tantos otros. Y sus dos grandes buques insignia, el MNAC
en arte antiguo y moderno y el Macba en contemporáneo, luchan con pocos
recursos por dar visibilidad a sus fondos y muestras.
Si pudiese, cambiaría el mar de Barcelona por el Museo del
Prado de Madrid, un océano de pintura, sin duda, la mejor pinacoteca del
mundo. A sus fondos extraordinarios –el Greco, el Bosco, Tiziano,
Velázquez, Rubens, Goya– se suman además exposiciones excepcionales como
la ahora dedicada a los bocetos de Rubens, caviar puro. Pocas ciudades
del mundo tienen la oferta que presenta Madrid en el espacio que va de
Colón a Atocha: Thyssen-Bosnemisza, Mapfre, CaixaForum, hasta llegar al
Reina Sofía, trasatlántico del arte moderno y contemporáneo, con
muestras temporales de muy primer nivel.
Un museo puede transformar una ciudad. Así, hay un antes y
un después de la irrupción del Guggenheim en Bilbao, cuyo impacto fue
similar al de los JJ.OO. del 92 para Barcelona. No sólo la maravillosa
arquitectura de Frank O. Gehry se impone en el skyline de la ciudad,
sino que las exposiciones tienen carácter internacional y atraen a un
público global.
Desde 1977, el ICOM celebra alrededor del 18 de mayo el día
internacional de los Museos. Este día ayuda a sensibilizar al público
sobre el valor de los museos y al tiempo permite reflexionar sobre sus
retos de futuro. ¿Hacia dónde va el museo? No existe una sola respuesta
para esta pregunta, pero quizá el mayor reto sea hacer del museo algo
visible y necesario en la sociedad actual.
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