El Liverpool abre las costuras del Manchester City
23 jornadas han hecho falta para que al Manchester City se
le caiga el maquillaje. La primera derrota del equipo de Guardiola en
Inglaterra (4-3) se produjo a lo grande, como si todos los males le
esperasen en fila tras la misma esquina. Con una defensa que ofreció una
imagen impropia de un equipo que hasta la fecha solo había concedido 13
tantos, el City naufragó ante un Liverpool desencadenado. La marcha de
Coutinho al Barcelona por 160 millones no solo no pasó factura a los reds, sino que el equipo de Klopp demostró que sin el brasileño son el mismo equipo, lo que ya es decir bastante.
Sabía Klopp que si pretendía ofuscar al City lo mejor que podía hacer era taponarle la salida desde la defensa. Elevó tanto la presión, que ni Otamendi ni Stones, un central que promete tanto como lo poco que es capaz de ofrecer, se vieron por primera vez en la temporada con el primer pase comprometido. Sin Silva, en el banquillo, a Fernandinho el centro del campo se le hizo un mundo sin atmósfera capaz de controlar a los meteoritos que tenía enfrente. Wijnaldum y Can inutilizaron a De Bruyne y Gundogan, lo que generó una agonía de la que salió especialmente perjudicado Sterling.
En medio de ese panorama, Oxlade-Chamberlain, un cohete, atrapó el balón y fue avanzando sin oposición hasta que decidió cruzarlo al palo derecho de Ederson. No llegó el portero brasileño porque el disparo salió con tanta furia como la que demostraba el Liverpool cada vez que tenía alguna camiseta celeste delante. Eso sí, hubo un jugador, Sané, que se movió siempre ajeno al agobio, y que se fabricó un gol de extremo puro, de los que valen su peso en quilates.
Sabía Klopp que si pretendía ofuscar al City lo mejor que podía hacer era taponarle la salida desde la defensa. Elevó tanto la presión, que ni Otamendi ni Stones, un central que promete tanto como lo poco que es capaz de ofrecer, se vieron por primera vez en la temporada con el primer pase comprometido. Sin Silva, en el banquillo, a Fernandinho el centro del campo se le hizo un mundo sin atmósfera capaz de controlar a los meteoritos que tenía enfrente. Wijnaldum y Can inutilizaron a De Bruyne y Gundogan, lo que generó una agonía de la que salió especialmente perjudicado Sterling.
En medio de ese panorama, Oxlade-Chamberlain, un cohete, atrapó el balón y fue avanzando sin oposición hasta que decidió cruzarlo al palo derecho de Ederson. No llegó el portero brasileño porque el disparo salió con tanta furia como la que demostraba el Liverpool cada vez que tenía alguna camiseta celeste delante. Eso sí, hubo un jugador, Sané, que se movió siempre ajeno al agobio, y que se fabricó un gol de extremo puro, de los que valen su peso en quilates.
A pesar del gol, el Liverpool siguió a lo suyo, derrochando
aire en los pulmones con una presión altísima, y abrasando a un rival
desconocido. Firmino dejó en evidencia a Stones de tal forma que al
inglés se le debió enrojecer hasta el alma. No protegió el balón como
cualquier alevín comprende que debe hacerse (con el cuerpo como
armadura) y el brasileño definió con un remate picado de enorme
categoría. Se ahogó el City, y Mané, después de fallar lo infallable
colocó el balón en la escuadra con un zurdazo imparable.
La fiesta parecía no tener fin para los reds cuando Salah, desde fuera del área, cazó un mal despeje de Ederson e hizo el cuarto con un disparo sutil y colocado. Pero se equivocó el Liverpool al creer que el City se creería desahuciado, pues las trazas de equipo grande que lleva puestas esta temporada se las ganó por algo. No renegaron los citizen de su juego y Bernardo Silva primero, con un zurdazo raso, y Gundogan después (controló el balón con el pecho entre los centrales para batir a Karius) congelaron al Liverpool. Pudo irse al garete el show red si un cabezazo de Agüero en el último segundo hubiese cogido portería.
El Liverpool se divirtió y sufrió a partes iguales. Pero seguro que no cambiaría nada por lograr lo que hasta este domingo nadie en Inglaterra había sido capaz de hacer.
La fiesta parecía no tener fin para los reds cuando Salah, desde fuera del área, cazó un mal despeje de Ederson e hizo el cuarto con un disparo sutil y colocado. Pero se equivocó el Liverpool al creer que el City se creería desahuciado, pues las trazas de equipo grande que lleva puestas esta temporada se las ganó por algo. No renegaron los citizen de su juego y Bernardo Silva primero, con un zurdazo raso, y Gundogan después (controló el balón con el pecho entre los centrales para batir a Karius) congelaron al Liverpool. Pudo irse al garete el show red si un cabezazo de Agüero en el último segundo hubiese cogido portería.
El Liverpool se divirtió y sufrió a partes iguales. Pero seguro que no cambiaría nada por lograr lo que hasta este domingo nadie en Inglaterra había sido capaz de hacer.
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