Las cartas con las que Lope de Vega enseñó a amar a un duque
La BNE adquiere un valioso volumen con 96 cartas autógrafas del poeta, que revela su faceta más personal y desconocida
Hay lujos difíciles de imaginar. Piensen, por ejemplo, en poder contratar al mejor dramaturgo del Siglo de Oro para que escriba sus cartas de amor. Fue la idea que tuvo el VI duque de Sessa, que conoció a Lope de Vega en el verano de 1605 y no tardó en pedirle que se convirtiera en su «secretario de amores».
El escritor, que tenía tanto éxito como facturas que pagar, aceptó el
negocio. Esta podría tratarse de una más de las anécdotas que glosan la
historia de la literatura, pero su importancia es vital porque gracias a
aquel contrato nació una profunda amistad, que se materializó en un
carteo continuo que mantuvieron hasta el fin de sus días y que hoy es un testimonio privilegiado del siglo XVII.
Ya en vida, el duque, consciente del valor literario de aquella
relación, reunió las misivas en cinco volúmenes. El primero de ellos,
que contiene 117 cartas, acaba de ser comprado por la Biblioteca Nacional de España.
Según la directora de la institución, Ana Santos Aramburo,
«esta es una de las grandes adquisiciones que ha hecho la BNE en los
últimos años». Las cartas se hallaban en las manos de la familia Bustos y Pardo Manuel de Villena,
que cerró la transacción en 400.000 euros, un precio bastante inferior
al que hubiese adquirido en el mercado internacional, pues se trata de
una de las colecciones autógrafas más interesantes del autor, tanto desde un punto de vista historiográfico como literario. De las 117 cartas, 96 son autógrafas de Lope y 21 son copias de la época que se añadieron al volumen ya en el siglo XVII.
«Hay poca
clase de textos en los que el dramaturgo pueda ofrecernos una imagen
más sincera de sí mismo que en sus cartas personales», sostiene Carlos Peña López,
experto en el epistolario de Lope de Vega de la Universidad Autónoma de
Barcelona. «Si en su obra literaria se ve obligado a ajustarse a la moralidad imperante
y a las correcciones sociales, en la intimidad de sus cartas goza de
libertad para exponer sus propias ideas, sus valores y sus opiniones»,
continúa. Así, a través de estos documentos sabemos de sus enfermedades,
de sus costumbres, de sus vicios, de su intimidad familiar, de sus
relaciones, de sus valores como padre, esposo, poeta, amante y hombre.
En otras palabras: estos autógrafos contienen «la verdad del interior del corazón», tal y como el fénix de los ingenios dejó escrito.
Valor literario
Más allá
de los datos históricos –en estos textos podemos conocer cómo Lope veía
la crisis de los corrales de comedias tras la muerte de la reina
Margarita o el intento de asesinato que sufrió el escritor en 1611–, las cartas tienen una gran altura literaria,
algo de lo que eran conscientes tanto el emisor como el receptor de las
mismas. «Su genialidad creadora dotó al conjunto del epistolario de un
valor estético», explica Peña López. De hecho, el mismo Lope las
consideraba un «Arte de amar», igualándose así al
mismísimo Ovidio. El poeta, diez años mayor que el duque, se preocupó en
esta correspondencia de darle «toda clase de consejos de amor y de
seducción, aderezados con alusiones eróticas y testimonios jocosos y
obscenos».
En uno de
los testimonios más hilarantes, Lope narra el encuentro entre un joven y
una dama, que descubre que este orinaba a escondidas en una verja. «¡Qué poca vergüenza!»,
le dijo ella. Y él, «enseñándole la lanza», le respondió: «¡Ésta le
parece poca vergüenza!». Toda la correspondencia está salpicada de estas
escenas, muy del gusto del duque.
La utilidad del autógrafo
La
Biblioteca Nacional tenía constancia de esta colección desde 1863, año
en el que logró adquirir una copia del volumen. Sin embargo, el hecho de
poder disfrutar de las originales permite un estudio mucho más exhaustivo de
Lope y, sobre todo, evitar y corregir los errores de transcripción.
Errores como el de la tercera carta, en la que hasta ahora creíamos que
Lope hablaba de «Doña María de Padilla y la prutina del rey», cuando en
realidad el poeta escribió «Doña María de Padilla y la
pretina [cinturón] del rey». Según señala Peña López, hay cartas que en
la copia tenían partes omitidas y la fuente original es la única forma
de enmendar esos casos.
Además, estos documentos servirán para cotejar otros textos sobre los que hay dudas de si son o no autógrafos de Lope.
Y es que en el Siglo de Oro era muy común copiar comedias y cartas con
el nombre del autor, tal y como explica la profesora de Paleografía de
la Universidad Complutense de Madrid, Paloma Cuenca Muñoz,
que cree que «ahora empieza lo bueno en términos de investigación».
Porque lejos de quedarse en los archivos, estas misivas se han
digitalizado en tan solo diez días y ya están a disposición de todo el
mundo a través de la página web de la Biblioteca Nacional.
En uno de los testimonios más hilarantes, Lope narra el encuentro entre un joven y una dama, que descubre que este orinaba a escondidas en una verja. «¡Qué poca vergüenza!», le dijo ella. Y él, «enseñándole la lanza», le respondió: «¡Ésta le parece poca vergüenza!». Toda la correspondencia está salpicada de estas escenas, muy del gusto del duque.
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