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Grandes destinos para viajeros maduros

Los mayores son cada vez más activos y muchos ya no se conforman con las playas y balnearios del Imserso

Una mujer disfrutando de su tiempo. 

En España ya hay 8,6 millones de personas mayores de 65 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Dinámicos, con tiempo libre y con buenas condiciones físicas a edades cada vez más avanzadas, los viajeros veteranos son cada vez más activos y muchos ya no se conforman con las playas y balnearios del Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales), un programa con cerca de un millón de plazas cada año de vacaciones subvencionadas para pensionistas fuera de la temporada alta.

 

Para melómanos

Hay compañías que por la naturaleza de su producto tienen un perfil que se ajusta bien a clientes más veteranos. Sus viajes tienen un fuerte componente cultural, con agendas activas pero no muy apretadas, hoteles muy cuidados, atenciones especiales (tiempo libre opcional, habitación individual, traslado de maletas). Agencias especializadas como Musitur, Andantino (www.andantino.com), Mundo Amigo (www.mundoamigo.es) o la barcelonesa Fra Diavolo (www.fradiavolo.net) ajustan su programación al calendario operístico y de conciertos de ciudades como Salzburgo, Milán, Edimburgo o Viena con viajes para melómanos que incluyen las entradas a los espectáculos.

 

Planes a la carta

El perfil del cliente de Viajes Impar es el de una persona de más de 55 años, activa, que vive sola y de un nivel cultural y económico medio alto. Sus propuestas van desde viajes a Perú o Vietnam a salidas en pequeños grupos para visitar museos y exposiciones en Madrid. Vacaciones Seniors (www.vacacionesseniors.com ) nació como una alternativa a los programas del Imserso con un catálogo propio de circuitos nacionales e internacionales. Con un objetivo similar, Viajes El Corte Inglés creó en 2015 el turoperador especializado en mayores de 60 años Club de Vacaciones. Entre sus propuestas está la tarjeta Pass Senior de Paradores: estancias de tres noches para dos personas por 260 euros en total.

 

Cruceros de expedición

La edad ya no es una barrera para vivir una aventura. Y muchas personas mayores aprovechan la jubilación para emprender el viaje soñado. Como los que eligen los cruceros de Hurtigruten, con rutas por los fiordos noruegos, la Antártida, Groenlandia o Islandia, o los de Australis, por los canales más remotos de la Patagonia. Los dos barcos de Australis (el Stella y el Ventus) cubren de septiembre a marzo el itinerario entre Punta Arenas (Chile) y Ushuaia (Argentina) con escala, si el tiempo lo permite, en la isla del cabo de Hornos. Cada día se hacen excursiones a tierra, con guías expertos en la geología, flora y fauna región, en las que los pasajeros pueden elegir distintos tipos de actividades, desde rutas a pie que requieren estar en forma a paseos tranquilos por la playa para contemplar el imponente paisaje de glaciares y bosques. Durante el verano austral, la naviera noruega Hurtigruten organiza cruceros de exploración por la Antártida que cuestan desde 5.000 euros por persona, sin incluir los vuelos. Cada día se hacen excursiones a tierra (se reservan a bordo), y durante la travesía hay charlas a cargo de biólogos y geólogos. El Silver Galápagos realiza travesías de siete noches por las islas del archipiélago ecuatoriano que inspiró a Darwin su teoría de la evolución a partir de 5.000 euros.

 

África salvaje

Kenya, Samburu National Reserve. 
Un safari en África es una aventura sin edad ni requisitos especiales, un viaje capaz de colmar la imaginación de cualquier viajero. El País Viajes propone una aventura de 12 días por Kenia, Tanzania y Zanzíbar con el experto Paco Nadal por 3.590 euros por persona, precio final. Única salida el 17 de septiembre. En África también surgen nuevas fórmulas para ver fauna salvaje. Por ejemplo, el glamping: alojamiento en tiendas de campaña muy bien equipadas, como el Loisaba Tented Camp, en Kenia, construido en un escarpe rocoso sobre el valle del Rift, con camas al aire libre para dormirse mirando las estrellas. Desde 325 euros por persona y noche.

 

Japón para cinéfilos

En Lost In Translation, de Sophia Coppola, Bill Murray interpreta a un maduro actor en decadencia que viaja a Tokio para rodar un anuncio de whisky. En el hotel, alucinado por el jetlag y las luces de Tokio, Murray conoce a la joven esposa (Scarlett Johansson) de un fotógrafo moderno, que tampoco tiene sueño. Su imposible amor de duermevela coincide en lugares como el New York Bar & Grill, en piso 52 del lujoso hotel Park Hyatt, en las alturas del barrio de Shinjuku, donde se alojan ambos (desde 400 euros la noche). Cerca de allí, al norte de la estación de Shibuya se encuentra Dogenzaka, zona de ocio nocturno que concentra restaurantes temáticos y delirantes love hotels (establecimientos que hospedan a parejas por horas) con la atmósfera más kitsh que se pueda imaginar. Japón recibió 26 millones de turistas en 2017; entre ellos, 93.000 españoles, animados por la bajada de las tarifas aéreas y los vuelos directos a Tokio que operan Iberia y Jal.

 

Trenes legendarios

Belmond, la compañía heredera del Orient Express, el mítico ferrocarril que unía desde finales del siglo XIX París con Estambul, tiene su propia versión asiática en el Eastern & Oriental Express. Se trata de un tren que enlaza Bangkok con Singapur en un viaje de cuatro días que recorre la península malaya entre arrozales, antiguos templos, bosques de palmeras y selvas tropicales. Cuesta unos 2.500 euros por persona. El Indian Pacific recorre los 4.000 kilómetros que separan Perth, en la costa este de Australia, de Sídney, en un viaje de cuatro días y tres noches por las Montañas Azules y la llanura de Nullarbor. Desde 1.450 euros por persona. Otro tren australiano, The Ghan, un enorme convoy de 2 locomotoras y 42 vagones, recorre los 2.979 kilómetros que separan las ciudades de Adelaida, en el sur, y Darwin, capital de los territorios del norte, con una parada intermedia en Alice Springs. Desde 2.213 euros.
El Oriente Express.
El Oriente Express.

 

Travesías epicúreas

Armadores como Crystal Cruises o Silversea se han especializado en los cruceros temáticos vinculados al mundo del vino y la gastronomía. El precio de las travesías, que incluyen visitas guiadas a fincas, bodegas, mercados y viñedos, supera los 2.000 euros. Uniworld ofrece cruceros gastronómicos por Normandía, Provenza o los castillos y viñedos de Burdeos y Borgoña que incluyen catas y actividades como la búsqueda de trufas con un experto.

 

Islas para perderse

Rangiroa, en el archipiélago de Tuamotu, a una hora de vuelo de Tahití, es uno de los mayores atolones del Pacífico, con una laguna interior de 1.018 kilómetros cuadrados comunicados con el océano por dos canales navegables. Haumana Cruises ofrece travesías de tres y cuatro noches en un yate de 10 camarotes por el atolón de Rangiroa desde 1.500 euros por persona (a lo que hay que sumarle los vuelos hasta allí).

¿Demasiado mayor para viajar? Usted no me conoce

Con más de 60 años, la edad y la experiencia acercan nuevos objetivos... No hay mejores o peores viajes, sólo hay viajeros hallando su propio destino

¿Demasiado mayor para viajar? Usted no me conoce

Vivir para viajar. Viajar para vivir. Nuestra relación con los viajes ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas. Antes resultaba algo excepcional. Anclado como mucho a las vacaciones y al exceso de calor. Desde los sesenta, la costa se ha venido convirtiendo en ese lugar familiar y con memoria. Y hoy es ya una forma masiva de entretenimiento y un contundente objeto de consumo. Lo que podría diluir su enorme capacidad de cambio en nuestras vidas. Bufalino escribía,"hay quien viaja para perderse, quien viaja para encontrarse". La experiencia del viaje es siempre transformadora y fascinante. De un modo u otro. Una suave depuración de nuestra forma de estar en el mundo. Y posiblemente uno de esos sencillos métodos para acercarnos a nosotros mismos.
El viaje es útil como guía. Como hallazgo repentino o como sueño pendiente. Olvidamos a menudo que también se produce leyendo e incluso fantaseando. Por lo que nunca es demasiado tarde para acercarnos a la otra punta del planeta desde nuestro sofá. Eso explicaría el éxito de programas y revistas de viajes. Investigaciones recientes confirman lo que muchos ya intuían. Que el hecho de leer sobre viajes modifica nuestro cerebro como si en realidad hubiésemos estado allí. Esto es una excelente noticia para los que físicamente no pueden desplazarse. Ahora ese libro de Emilio Salgari también puede ser una gigantesca invitación a vagar por África viviendo directamente una aventura sin rozar el riesgo. Un cerebro en movimiento básicamente es un cerebro feliz. Equilibrado y disponible ante nuevos estímulos.

Con más de 60 años, la edad y la experiencia acercan nuevos objetivos. Permiten tomar un avión para un descanso merecido. Observar de cerca los cuadros de ese museo. O simplemente pasear por aquel lugar en mitad de la naturaleza. No hay mejores o peores viajes. Sólo hay viajeros hallando su propio destino. Se tiende equivocadamente a utilizar el viaje como medida de estatus social. Una degradación tan torpe del propio viaje que prácticamente sonroja. Torremolinos es tan válido como Budapest si logra crear un bienestar profundo. No debe olvidarse que existen diferentes lugares para diferentes personas. Y que el prejuicio nunca acompaña a un buen viajero. Tampoco los horarios ni los planes rígidos. Únicamente dejarse llevar y permitir la sorpresa. El deslumbrante atractivo de lo inesperado.
Al crecer tendemos a la monotonía. A movernos solo hacia lugares conocidos. Una peligrosa tentación porque la rutina ofrece una falsa sensación de comodidad. El viaje en cambio rompe esa inercia. Ver actuar a otros de diferente modo nos predispone a cuestionarnos. Y aunque resulte incómodo es la vía más segura de aproximarnos al cambio. Cuando cambiar resulta más necesario y más difícil. Se aprende a viajar como se aprende a escribir. Es decir, con práctica, dedicación y auténtico interés. Sino aparecerá el distanciamiento y el rechazo. Que al final destierran cualquier experiencia real de nuestras vidas. Es fundamental avanzar progresivamente. Tal y como uno pueda desenvolverse frente a los acontecimientos. Viajar tampoco debe ser una obligación. Niega los principios básicos en los que desarrollar su aprendizaje.
Por supuesto nunca habrá dos viajes idénticos. Como será diferente el viaje solo o en compañía. Ya se sabe que se acaba por conocer a la perfección a los acompañantes. Lo que puede ser una agradable sorpresa o una increíble fuente de preocupación. Siempre tendremos la posibilidad de dar un giro y dejarnos perder por alguna calle silenciosa o entrar en esa pequeña tienda de antigüedades. Tal vez exista predisposición por el mar después de todo. Su sonido y el sol son una excelente compañía. Acomodarse y simplemente ver pasar las horas. Al viajero le corresponde ser un excepcional observador. Porque no es necesario correr de un lado para otro. En ocasiones únicamente se trata de prestar atención. Y el viaje mostrará su significado.

 


 

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